Esta es otra historia de esas que pasan, o que tal vez no.
Fue un día largo, tal vez el que comenzó más temprano en el tiempo que puedo recordar.
Hice tantas cosas que terminé agotado, busqué dormir sin lograrlo, así que me dediqué a esas cosas que dejé pendientes. Hay días que se prestan para comenzar tareas que dejas inconclusas, otros que son ideales para atar todos los cabos sueltos.
Inesperadamente, llegaste a casa. Recordaste que acá las puertas siguen abiertas para ti y decidiste pasar. Te vi acercarte, sentí emoción. Sin mediar palabras te lanzaste a mis brazos, sin dejarme tiempo para reaccionar, me besaste. Fue un beso de aquellos, de los que hace tiempo no sentía, de los que sólo nosotros podemos crear. Sabes que no cierro los ojos, y como era habitual al principio, me lo recordaste, nos causó mucha risa.
Compartimos la tarde, y fue diferente. Entre chistes, cosas tontas, besos, abrazos se demostraban dos cosas: que aunque hace mucho que no te tenía conmigo la química parecía intacta, y que el tiempo se nos escurría de las manos porque tu presencia no perdió su efecto natural: acelera mi reloj con la misma fuerza con la que deseo que no se nos acabe el momento.
Llegó la noche, fue una de luna llena y cielo despejado y estrellado, justo como aquella primera vez. Hablamos tanto, reconocimos errores, tus culpas y las mías, todo lo que nos separaba parecía difuminarse. Fue una conversación agradable, aunque sincera y directa no llegó a ser discusión acalorada, supe que estábamos madurando e hice el comentario, sonreimos y callamos, el tiempo nos ha hecho crecer.
Entre las excusas normales, esconder relojes, perder todas las llaves y fingir amnesia temporal nos llegó esa hora que evitábamos contemplar, tocaba llevarte a casa. Nos montamos en el auto y andamos un rato, manejé lento, quería estirar el viaje tanto como fuera posible.
Casi al llegar, supe que no quería dejarte. Me armé de valor y, suponiendo una negativa, te pedí que te quedaras conmigo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando accediste, diciéndome que en todo el viaje esperaste que lo propusiera. No recuerdo haber deseado alguna vez llegar tan pronto de tu casa a la mía.
Ya en casa fue otra historia, pasaron tantas cosas y tan poquito es lo que puedo contar. La noche terminó con ambos durmiendo abrazados, un momento que esperé sucediera tantas veces y que ahora sólo deseo repetir tan pronto como sea posible.
Luego llegó la mañana, tocaba abrir los ojos, despertar. Nada parecía haber cambiado, tendí mi brazo hacia un lado y miré a mi alrededor, pude notar algo que me inquietó y se me puso una sonrisa tonta en la cara, entendí perfectamente lo que pasó esta noche: sólo había sido un sueño...
Neo.
Pd. De verdad espero sus comentarios aquí o en facebook, twitter (vía @Ernesto_Leon), messenger, mensaje de texto, personalmente, como prefieran