lunes, 25 de febrero de 2013

Roja Luna Llena


Despiertas y te levantas ese día sin la certeza si la veras, ni siquiera sabes si acaso estará ahí cuando te provoque o necesites verla, todo lo que sabes que abrazas al sol mientras la esperas.

Para todos aquellos que nos gusta admirar esa belleza extraña que tienen algunas es un momento para detenernos y reflexionar si algún día podremos alcanzarla y tenerla mucho mas cerca. Pensamos en las cosas que necesitaríamos hacer para lograrlo, en lo distante que sabemos que esta y en esa mera ilusión de sentirla junto a nosotros.

Llega el momento y la ves. Te quedas pasmado sólo viendo lo hermosa, grande y a la vez extraña que es. Te dan ganas de hacer cosas que nunca has hecho y luego reflexionas y te das cuenta que ella siempre estuvo ahí pero ahora solo lleva puesto ese disfraz que te obliga a admirarla. Todo forma parte de su conspiración  para llamar la atención y sentirse aun mas especial. Lo hace solo con la intención de ilusionar a quien se detenga a verla.

Te das cuenta de esto porque con el tiempo va cambiando. Una vez que estas cerca vuelve a ser la misma de siempre. Tan brillante y pequeña que te deprime, te quita toda esperanza de tocarla aunque sea una noche. Con el transcurrir de las horas, o tal vez minutos,  ella misma te hace recordar y tener muy presente lo lejana que está. Tanto que sólo una ayuda divina te haría cumplir el objetivo.

Es esa luna roja con su ilusión que te hace ver cosas que no son. Consigue de alguna manera revivir sentimientos que creías muertos, te confunde, te arropa con su rara grandeza para luego echar por tierra todos esos pensamientos a medida que va subiendo escalones en el cielo y se muestra como lo que es: Una piedra solitaria en medio del vacío.

En esa noche de roja luna llena pude tener el tiempo de sentarme a pensar en lo que sentía en ese momento pero no fue la luna la culpable de mi desconcierto. Fue ella con su voz que nunca escuché, con esa mirada que nunca me detuve a ver, con ese abrazo que nunca me dio. Fue ella la culpable, aunque cada vez me convenzo mas de que tal vez sea yo mismo el portador de toda la responsabilidad.

Soy yo, quien sigue con su afán de deseos de cosas imposibles.

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